Raúl lo había invitado. Dijo que no quería verme para no contagiarme con el virus de la gripe. Puros pretextos para no someterse a la tortura de mis preguntas habituales. ¿Para qué tomo la Vitamina C? ―le mando a decir. ¿Acaso se van a enfermar todos los jefes y jefas de Estado que estaban en la calurosa y feliz reunión final del Grupo de Río?
Estaba contento, eufórico de aquella batalla por la paz y su papel ―reconocido por los cables internacionales― lo hacía feliz. Estuvo sereno, persuasivo, conceptuoso y de excelente humor. Hasta Bolívar, que no se conformó nunca con nada, lo habría estado en ese momento.
Al final, cantó Quisqueya. Ya la reunión había dado su fruto, y él podía hacer cosas propias de su voz y oído musicales, a pesar de la gripe.
Contó que el petróleo había subido 5 dólares, y se excusó de antemano con Leonel, que por puro reflejo, en medio de la alegría, comenzaba a toser.
Muchos de los países que allí se reunieron exportan café y cacao al mercado de Estados Unidos, aparte de vegetales y frutas de todo tipo. No estoy al día respecto a precios de estos últimos, pero el del café y el cacao es casi igual al de hace 50 años cuando el dólar tenía decenas de veces más poder adquisitivo.
El simple intercambio, cada vez más desigual, aplasta a las economías de muchos países de Latinoamérica. Algunos en África son productores de petróleo; otros, de café y cacao; unos atraen como la miel el capital de las transnacionales; otros, la deuda y sus altos intereses; y todos sufren el azote del precio creciente de los alimentos.
Hablé largo con Chávez hoy sábado. Somos como hermanos. No puedo decidir la publicación de los temas abordados; nunca lo hice ni lo haré. Venezuela no es igual que Brasil. En las Memorias publicaré lo que él me autorice.
Solo puedo afirmar que la reunión fue excelente. Y todavía no he sentido los efectos de la gripe.
Fidel Castro Ruz
8 de marzo de 2008
3 y 17 p.m.
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