lunes, 8 de marzo de 2010

Los peligros que nos amenazan

No se trata de una cuestión ideológica relacionada con la esperanza irremediable de que un mundo mejor es y debe ser posible.
Es conocido que el homo sapiens existe desde hace aproximadamente 200 mil años, lo que equivale a un minúsculo espacio del tiempo transcurrido desde que surgieron las primeras formas de vida elementales en nuestro planeta hace alrededor de tres mil millones de años.
Las respuestas ante los insondables misterios de la vida y la naturaleza han sido fundamentalmente de carácter religioso. Carecería de sentido pretender que fuese de otra forma, y tengo la convicción de que nunca dejará de ser así. Mientras más profundiza la ciencia en la explicación del universo, el espacio, el tiempo, la materia y la energía, las infinitas galaxias y las teorías sobre el origen de las constelaciones y estrellas, los átomos y fracciones de los mismos que dieron origen a la vida y la brevedad de la misma, y los millones y millones de combinaciones por segundo que rigen su existencia, más preguntas se hará el hombre en busca de explicaciones que serán cada vez más complejas y difíciles.
Mientras más se enfrascan los seres humanos en buscar respuestas a tan profundas y complejas tareas que se relacionan con la inteligencia, más valdrán la pena los esfuerzos por sacarlos de su colosal ignorancia sobre las posibilidades reales de lo que nuestra especie inteligente ha creado y es capaz de crear. Vivir e ignorarlo es la negación total de nuestra condición humana.
Algo, sin embargo, es absolutamente cierto, muy pocos se imaginan cuán cerca puede estar la desaparición de nuestra especie. Hace casi 20 años, en una Cumbre Mundial sobre el Medio Ambiente en Río de Janeiro, abordé ese peligro ante un público selecto de Jefes de Estado y de Gobierno que escuchó con respeto e interés, aunque nada preocupado por el riesgo que veía a distancia de siglos, tal vez milenios. Para ellos, con seguridad, la tecnología y la ciencia, más un sentido elemental de responsabilidad política, serían capaces de enfrentarlo. Con una gran foto de personajes importantes, los más poderosos e influyentes entre ellos, concluyó feliz aquella importante Cumbre. No había peligro alguno.
Del cambio climático apenas se hablaba. George Bush, padre, y otros relumbrantes líderes de la Alianza Atlántica, disfrutaban la victoria sobre el campo socialista europeo. La Unión Soviética fue desintegrada y arruinada. Un inmenso caudal del dinero ruso pasó a los bancos occidentales, su economía se desintegró, y su escudo defensivo frente a las bases militares de la OTAN, había sido desmantelado.
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