miércoles, 23 de mayo de 2007

Nadie quiere agarrar el toro por los cuernos

Si se fuera a buscar un respiro para la humanidad y darles una oportunidad a la ciencia y a la dudosa cordura de los que toman decisiones, no era necesario privar de alimentos a las dos terceras partes de los habitantes del planeta El 28 de marzo, hace menos de dos meses, cuando Bush, después de una reunión con los principales fabricantes norteamericanos de automóviles, proclamó su diabólica idea de producir combustible a partir de los alimentos, escribí la primera reflexión. El jefe del imperio se jactó de que Estados Unidos, usando el maíz como materia prima, era ya el primer productor mundial de etanol. Cientos de fábricas se construían o ampliaban en su territorio con tal propósito. Por esos días los países industrializados y ricos estaban acariciando ya la misma idea, mediante el empleo de todo tipo de cereales y semillas oleaginosas, incluidas las de girasol y soya, fuentes de excelentes proteínas y aceites. Por ello escogí el título de aquella reflexión: "Condenados a muerte prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de personas en el mundo." Los peligros para el medio ambiente y la especie humana eran un tema en el que venía meditando durante años. Lo que no imaginé nunca era la inminencia del riesgo. No se conocían todavía los nuevos datos de la ciencia sobre la celeridad de los cambios climáticos y sus consecuencias inmediatas. El 3 de abril, después de la visita de Bush a Brasil, escribí mis reflexiones sobre "La internacionalización del genocidio." Advertí, al mismo tiempo, que las mortíferas y sofisticadas armas que se estaban produciendo en Estados Unidos y otros países podían poner fin a la vida de la especie humana en cuestión de días. Si se fuera a buscar un respiro para la humanidad y darles una oportunidad a la ciencia y a la dudosa cordura de los que toman decisiones, no era necesario privar de alimentos a las dos terceras partes de los habitantes del planeta. Hemos suministrado datos sobre el ahorro que significa la simple sustitución de bombillos incandescentes por bombillos fluorescentes a partir de cálculos aproximados. Son cifras seguidas por 11 y 12 ceros. La primera se corresponde con cientos de miles de millones de dólares en ahorro de combustible cada año, y la segunda con millones de millones de dólares en la inversión necesaria para producir esa electricidad simplemente cambiando bombillos, lo que significa menos del 10 por ciento del conjunto de gastos y considerable ahorro de tiempo. Con toda claridad hemos expresado que las emanaciones de CO2, aparte de otros gases contaminantes, conducían aceleradamente a un cambio climático rápido e inexorable. No eran temas fáciles de abordar, por su contenido dramático y casi fatal. La cuarta reflexión se tituló: "Lo que se impone de inmediato es una revolución energética." Una prueba del derroche de energía en Estados Unidos y de la desigualdad de su distribución en el mundo es que en el año 2005 en China había menos de 15 automóviles por cada mil habitantes, en Europa 514 y en Estados Unidos 940. Este último país, uno de los territorios más ricos en hidrocarburos, hoy sufre un gran déficit de petróleo y gas. Estos combustibles, decidió Bush, hay que extraerlos de los alimentos que se necesitan para los estómagos cada vez más hambrientos de los pobres de la Tierra. El Primero de Mayo del 2006 finalicé mi discurso ante el pueblo con las siguientes palabras: "Si los esfuerzos que hoy Cuba realiza los llevaran a cabo todos los demás países del mundo, ocurriría lo siguiente: "1º Las reservas probadas y probables de hidrocarburos durarían el doble. "2º Los elementos contaminantes que hoy lanzan estos a la atmósfera se reducirían a la mitad. "3º La economía mundial recibiría un respiro, ya que un enorme volumen de medios de transporte y equipos eléctricos deben ser reciclados. "4º Una moratoria de 15 años sin iniciar la construcción de nuevas plantas electronucleares podría ser proclamada." El cambio de bombillos fue lo primero que hicimos en Cuba, y hemos cooperado con varios países del Caribe para llevarlo a cabo. En Venezuela, el Gobierno ha cambiado 53 millones de bombillos incandescentes por fluorescentes en más del 95% de los hogares que reciben electricidad. Las demás medidas de ahorro de energía se llevan a cabo resueltamente. Todo lo que expreso ha sido probado. ¿Por qué se escuchan nada más que rumores sin que las direcciones de los países industrializados se comprometan abiertamente con una revolución energética, que implica cambios de conceptos e ilusiones sobre crecimiento y consumismo que han contagiado a no pocos países pobres? ¿Existe acaso alguna otra forma de enfrentar los gravísimos peligros que amenazan a todos?
Nadie quiere agarrar el toro por los cuernos.
Fidel Castro Ruz
22 de mayo del 2007
5:10 p.m.
Share/Save/Bookmark

LEER MÁS

El submarino inglés

Los cables traen la noticia. Es de la clase Astute, el primero de su tipo en construirse en Gran Bretaña desde hace más de dos décadas. "Un reactor nuclear le permitirá navegar sin necesidad de recargar combustible en sus 25 años de vida útil. Produce agua potable y oxígeno propios, por lo que puede circunnavegar el globo sin necesidad de salir a la superficie, dijo Nigel Ward, encargado de los astilleros, a la BBC." "Parece una bestia de aspecto malvado", afirma uno. "Sobre nosotros se yergue amenazante un galpón de 12 pisos de alto; dentro se encuentran tres submarinos en diferentes etapas de construcción", asegura otro. Alguien expresa que "puede observar desde el Canal de la Mancha el movimiento de cruceros en la bahía de Nueva York, acercarse a las costas sin ser detectado y escuchar conversaciones por celulares". "Puede, además, transportar a fuerzas especiales en mini-sumergibles que, a su vez, podrán disparar los letales misiles Tomahawk a distancias de 1 400 millas", afirma un cuarto. El Mercurio, de Chile, despliega con énfasis la noticia. La Marina Real británica declara que será uno de los más avanzados del mundo. El primero de ellos será lanzado al mar el 8 de junio y entrará en servicio en enero de 2009. Puede transportar hasta 38 misiles crucero Tomahawk y torpedos Spearfish, capaces de destruir un buque de guerra de gran tamaño. Contará con una tripulación estable de 98 marinos, quienes hasta podrán ver películas en pantallas gigantes de plasma. El nuevo Astute llevará la última generación de torpedos Block 4 Tomahawk, que pueden ser reprogramados en pleno vuelo de ataque. Será el primero que no cuente con sistema de periscopios convencionales y, en cambio, utilizará fibra óptica, rayos ultrarrojos y escaneo térmico de imágenes. "La compañía armamentística BAE Systems construirá otros dos submarinos de la misma clase", informó AP. El costo total de los tres sumergibles, según cálculos que seguramente quedarán por debajo, se eleva a 7 500 millones de dólares. ¡Bella proeza británica! El pueblo de ese país, inteligente y tenaz, no sentirá seguramente orgullo alguno. Lo que más asombra es que con tal suma se podrían formar 75 mil médicos y atender 150 millones de personas, suponiendo que el costo de formar un médico fuera la tercera parte de lo que cuesta formar un médico en Estados Unidos. Si se desea, podrían construirse 3 mil policlínicos sofisticadamente equipados, diez veces los que posee nuestro país. Cuba actualmente está formando como médicos a decenas de miles de jóvenes de otros países. En cualquier apartada aldea de África, un médico cubano puede recibir a un joven de la propia aldea o del municipio, con enseñanza equivalente a doce grados escolares, e impartirle los conocimientos de su profesión utilizando videos y computadoras que reciban energía de un pequeño panel solar, sin que el joven tenga que salir de su región natal, ni contaminarse con los hábitos de consumismo de las grandes ciudades. Lo importante son los pacientes, que padecen malaria u otras muchas enfermedades típicas e inconfundibles, que el alumno verá junto al médico. El método ha sido probado con resultados sorprendentes. Los conocimientos y la práctica acumulada durante años, no tienen comparación posible. El ejercicio no lucrativo de la medicina es capaz de ganar a todo corazón noble. Cuba, preocupada desde el triunfo de la Revolución por la formación de médicos, maestros y otras profesiones, con menos de 12 millones de habitantes, cuenta hoy con más especialistas en Medicina General Integral que los médicos que dispone toda el África subsahariana, con más de 700 millones de habitantes. Hay que inclinarse conmovidos ante las noticias que llegan del submarino inglés. Nos ilustran, entre otras cosas, sobre las sofisticadas armas con que se pretende mantener el orden insostenible desarrollado por el sistema imperial de Estados Unidos. No hay que olvidarse que Inglaterra fue durante siglos, hasta hace muy poco, la Reina de los Mares. Hoy lo que queda de aquella privilegiada posición es apenas una fracción del poder hegemónico de su aliado y líder, Estados Unidos. Churchill dijo: ¡Hundid el Bismarck! Hoy Blair dice: ¡Hundid lo que queda del prestigio de Gran Bretaña! Para eso, o para el holocausto de la especie, es para lo que serviría su "maravilloso submarino".
Fidel Castro Ruz
21 de mayo del 2007
5:00 p.m.
Share/Save/Bookmark

LEER MÁS

martes, 15 de mayo de 2007

Lo que aprendimos del VI Encuentro Hemisférico de La Habana

María Luisa Mendonça trajo al Encuentro de La Habana el impactante documental sobre el corte manual de caña en Brasil.
En una síntesis que elaboré, como en la reflexión anterior, con párrafos y frases del original, la esencia de lo que María Luisa expresó fue lo siguiente:
Sabemos que la mayoría de las guerras en las últimas décadas tienen como el factor central el control de fuentes de energía. El consumo de energía es garantizado a sectores privilegiados, tanto en los países centrales como en países periféricos, mientras la mayoría de la población mundial no tiene acceso a los servicios básicos. El consumo per cápita de energía en Estados Unidos es de 13 000 kilowatts, mientras el promedio mundial es de 2 429 y en América Latina el promedio es de 1 601.
El monopolio privado de fuentes de energía es garantizado por cláusulas en Acuerdos de Libre Comercio bilaterales o multilaterales.
El papel de los países periféricos es producir energía barata para los países ricos centrales, lo que representa una nueva fase de la colonización.
Es necesario desmitificar la propaganda sobre los supuestos beneficios de los agrocombustibles. En el caso del etanol, el cultivo y procesamiento de la caña de azúcar contamina los suelos y las fuentes de agua potable, porque utiliza una gran cantidad de productos químicos.
El proceso de destilación del etanol produce un residuo que se llama vinaza. Por cada litro de etanol producido, son generados de 10 a 13 litros de vinaza. Una parte de este residuo puede ser utilizado como fertilizante, pero la mayor parte contamina ríos y fuentes de aguas subterráneas. Si Brasil produce 17 000 ó 18 000 millones de litros de etanol por año, eso significa que por lo menos 170 000 millones de litros de vinaza se depositan en las regiones de los cañaverales. Imaginen el impacto en el medio ambiente.
La quema de la caña de azúcar, que sirve para facilitar la cosecha, destruye gran parte de los microorganismos del suelo, contamina el aire y causa muchas enfermedades respiratorias.
El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil decreta casi todos los años en São Paulo —que representa el 60% de la producción de etanol en Brasil— una situación de emergencia, porque las quemas han llevado la humedad del aire a niveles extremadamente bajos, entre 13% y 15%. es imposible respirar en ese período en la región de São Paulo donde se cosecha la caña.
La expansión de la producción de agroenergía, como sabemos, es de gran interés para empresas de organismos genéticamente modificados o transgénicos, como Monsanto, Syngenta, Dupont, Bass y Bayer.
En el caso de Brasil, la empresa Votorantim ha desarrollado tecnologías para la producción de una caña transgénica, que no es comestible, y sabemos que muchas empresas están desarrollando este mismo tipo de tecnología, y como no hay medios para evitar la contaminación de los transgénicos en los campos de cultivos nativos, esta práctica pone en riesgo la producción de alimentos.
Con relación a la desnacionalización del territorio brasileño, grandes empresas han adquirido ingenios de caña en Brasil: Bunge, Novo Group, ADM, Dreyfus, además de los megaempresarios George Soros y Bill Gates.
Como consecuencia de esto, sabemos que la expansión de la producción de etanol ha generado la expulsión de campesinos de sus tierras y ha creado una situación de dependencia de lo que llamamos la economía de la caña, porque no es que la industria de la caña genere empleos, es lo contrario, genera desempleo, porque esa industria controla el territorio. Eso significa que no hay espacios para otros sectores productivos.
Al mismo tiempo, tenemos la propaganda de la eficiencia de esta industria. Sabemos que se basa en la explotación de una mano de obra barata y esclava. Los trabajadores son remunerados por cantidad de caña cortada y no por horas trabajadas.
En el estado de São Paulo, que es donde está la industria más moderna —moderna entre comillas por supuesto— y es el mayor productor del país, la meta de cada trabajador es cortar entre 10 y 15 toneladas de caña por día.
Un profesor de la universidad de Campinas, Pedro Ramos, hizo estos cálculos: en los años ochenta los trabajadores cortaban alrededor de 4 toneladas por día y sacaban el equivalente a más o menos 5 dólares. Actualmente, para sacar 3 dólares por día, es necesario cortar 15 toneladas de caña.
El propio Ministerio del Trabajo en Brasil hizo un estudio en el que dice que antes 100 metros cuadrados de caña sumaban 10 toneladas; hoy, con la caña transgénica, es necesario cortar 300 metros cuadrados para alcanzar 10 toneladas. Entonces, los trabajadores tienen que trabajar tres veces más para cortar 10 toneladas. Este patrón de explotación ha causado serios problemas de salud y hasta la muerte a trabajadores.
Una investigadora del Ministerio del Trabajo en São Paulo dice que el azúcar y el etanol de Brasil están bañados de sangre, sudor y muerte. El Ministerio del Trabajo en São Paulo, en el año 2005, ha registrado 450 muertes de trabajadores por otras causas, como asesinatos y accidentes —porque el transporte hacia los ingenios es muy precario— y también a consecuencia de enfermedades como paros cardiacos y cáncer.
Según María Cristina Gonzaga, que hizo la pesquisa, esta investigación del Ministerio del Trabajo muestra que en los últimos cinco años 1 383 trabajadores de la caña han muerto solamente en el estado de São Paulo.
El trabajo esclavo también es común en este sector. Los trabajadores son generalmente migrantes del nordeste o de Minas Gerais, que son seducidos por intermediarios. normalmente el contrato no es directamente con la empresa, sino a través de intermediarios, que en Brasil los llamamos "gatos", que seleccionan mano de obra para los ingenios.
En el 2006, la Fiscalía del Ministerio Público inspeccionó 74 ingenios, solamente en São Paulo, y todos fueron procesados.
Solo en marzo de 2007, los fiscales del Ministerio del Trabajo rescataron 288 trabajadores en situación de esclavitud en São Paulo.
Ese mismo mes, en el estado de Mato Grosso se rescataron 409 trabajadores en un ingenio que produce etanol; entre ellos había un grupo de 150 indígenas. En esa área del centro del país, en Mato Grosso, hay esta característica de utilizar indígenas en el trabajo esclavo de la caña.
Todos los años cientos de trabajadores sufren condiciones semejantes en los cañaverales. ¿Cómo son estas condiciones? Trabajan sin un registro formal, sin equipos de protección, sin agua o alimentación adecuada, sin acceso a baños y con viviendas muy precarias; además, tienen que pagar por vivienda, por comida, que es muy cara, y necesitan pagar por instrumentos como botas y machetes y, por supuesto, en caso de accidentes de trabajo, que son muchísimos, no reciben el tratamiento adecuado.
Para nosotros, la cuestión central es eliminar el latifundio, porque detrás de esta imagen moderna hay un problema central, que es el latifundio en Brasil y, por supuesto, en otros países de América Latina. También es necesaria una política seria de producción de alimentos.
Con esto quería presentar un documental que hicimos en el estado de Pernambuco con trabajadores de la caña, que es una de las regiones donde más se produce la caña de azúcar, y así ustedes van a ver realmente cómo son las condiciones.
Este documental fue hecho con la Comisión Pastoral de la Tierra en Brasil y con sindicatos de trabajadores forestales del estado de Pernambuco.
Así concluye su intervención la destacada y aplaudida dirigente brasileña.
A continuación expongo las opiniones de los cortadores de caña, contenidas en el material fílmico entregado por María Luisa. Cuando en el documental no aparecen identificadas las personas, se indica su condición de hombre, mujer o joven. No las incluyo todas por su extensión.
Severino Francisco da Silva.-Cuando tenía 8 años, mi padre se mudó al ingenio del Junco. Y cuando llegué, yo estaba por cumplir 9, mi padre empezó a trabajar, y yo ataba la caña con él. Trabajé unos 14 ó 15 años en el ingenio del Junco.
Una mujer.-Hace 36 años que vivo aquí en este ingenio. Me casé aquí y tuve 11 hijos.
Un hombre.-Hace muchos años que trabajo en el corte de la caña, no sé ni contar.
Un hombre.- Empecé a trabajar con 7 años y mi vida es cortar caña y desmalezar.
Un joven.-Nací aquí, tengo 23 años, desde los 9 años corto caña.
Una mujer.-Trabajé 13 años aquí en la Planta Salgado. Yo sembraba caña, sembraba fertilizante, limpiaba caña, hierba.
Severina Conceição.-Todos estos trabajos del campo yo los sé hacer: sembrar fertilizante, sembrar caña. Hacía de todo con el bombo de este tamaño (se refiere al embarazo) y el canasto al costado, y seguía trabajando.
Un hombre.-Trabajo, todos los trabajos son difíciles, pero la cosecha de la caña es el peor que hay en Brasil.
Edleuza.-Llego a casa y voy a lavar los platos, a arreglar la casa, cuidar del servicio doméstico, hacer las cosas. Cortaba caña, y a veces llegaba a casa y no podía ni lavar los platos, estaba con las manos lastimadas, llenas de callos.
Adriano Silva.-El problema es que el administrador exige mucho en el trabajo. Hay días que uno corta caña y cobra, pero hay días que no cobra nada. A veces alcanza y a veces no.
Misael.-La situación aquí es perversa, el administrador quiere disminuir el peso de la caña. Dijo que lo que nosotros cortemos aquí es lo que tenemos y se acabó. Estamos trabajando como esclavos, ¿entiende? ¡De esta manera no es posible!
Marcos.-El trabajo de la cosecha de la caña es un trabajo esclavo, es un trabajo difícil. Salimos a las 3:00 de la mañana, llegamos a las 8:00 de la noche. Es bueno solamente para el patrón, porque cada día que pasa él gana más y el trabajador pierde, disminuyendo la producción, y queda todo para el patrón.
Un hombre.-A veces dormimos sin bañarnos, no hay agua, nos bañamos en un arroyito que pasa por ahí abajo.
Un joven.-Aquí no hay leña para cocinar, cada uno, si quiere comer, tiene que salir a conseguirse leña.
Un hombre.-El almuerzo es lo que uno trae de casa, trae una comida, come así no más, en ese sol, va tirando para adelante como puede en la vida.
Un joven.-Quien trabaja mucho necesita tener una alimentación suficiente. Mientras que el dueño de la planta azucarera está en la regalía, tiene de lo bueno y de lo mejor, nosotros aquí sufriendo.
Una mujer.-Pasé mucha hambre. Fui a dormir muchas noches con hambre, a veces no tenía nada para comer, ni para darle a mi hija; algunas veces yo buscaba sal, que era lo más fácil de encontrar.
Egidio Pereira.-La persona tiene dos o tres hijos, y si no se cuida, se muere de hambre; no alcanza para vivir.
Ivete Cavalcante.-Aquí no existe sueldo, hay que limpiar una tonelada de caña por ocho reales; se gana lo que se logra cortar: si se corta una tonelada, se gana ocho reales, no hay sueldo fijo.
Una mujer.-¿Sueldo? Yo no sé nada de eso.
Reginaldo Souza.-A veces ellos pagan en dinero. En esta época ellos están pagando en dinero; ahora, en el invierno pagan todo con vale.
Una mujer.-El vale, uno trabaja, él anota todo en un papel, se lo pasa a la persona para que compre en el mercado. La persona no ve el dinero que gana.
José Luiz.-El administrador hace lo que quiere con las personas. Lo que está ocurriendo es que llamé para "sacar la media" de la caña, no quiso. Es decir: en este caso, él está obligando a la persona a trabajar a la fuerza. De esta manera la persona trabaja gratis para la empresa.
Clovis da Silva.-¡Eso nos mata! Uno se pasa medio día cortando caña, piensa que va a conseguir algún dinero, y cuando él va a medir, nos enteramos de que el trabajo no valió nada.
Natanael.-El camión de llevar ganado aquí lleva trabajadores, es peor que con el caballo del dueño; porque cuando el dueño coloca su caballo en el camión, él le pone agua, le pone aserrín en el piso para que el caballo no se arruine los cascos, pone pasto, una persona para acompañarlo; y los trabajadores, que se las arreglen: entró, cerró la puerta y se acabó. Ellos tratan a los trabajadores como si fueran animales. El "Pro-Álcool" no ayuda a los trabajadores, solamente ayuda a los proveedores de caña, ayuda a los patrones y los enriquece cada vez más; porque si generara empleo para los trabajadores, para nosotros sería fundamental, pero no genera empleos.
José Loureno.-Ellos tienen todo ese poder porque en la Cámara, estadual o federal, tienen un político que representa a esas plantas azucareras. Hay dueños que son diputados, ministros, parientes de señores de ingenio, que facilitan esa situación para los dueños y para los señores de ingenio.
Un hombre.-Nuestra lucha parece que no para nunca. No tenemos vacaciones, aguinaldo, queda todo perdido. Además, un cuarto de sueldo, que es obligación, no lo recibimos, es con lo que compramos una ropa a fin de año y una ropa para los hijos. Ellos no nos entregan nada de eso, y vemos que la situación se pone cada día más difícil.
Una mujer.-Yo soy trabajadora registrada, y jamás tuve derecho a nada, ni certificado médico. Cuando quedamos embarazadas, tenemos derecho a certificado médico, pero yo no tuve ese derecho, garantía de familia; tampoco tuve aguinaldo, siempre recibía alguna cosita, después no recibí más.
Un hombre.-Hace unos 12 años que él no paga ni aguinaldo ni vacaciones.
Un hombre.-No puedes enfermarte, trabajas día y noche arriba del camión, en el corte de la caña, de madrugada. Yo perdí mi salud, yo era fuerte.
Reinaldo.-Un día yo estaba con unas zapatillas en los pies; cuando di un golpe de machete para cortar la caña, me dio en el dedo, me cortó, terminé el trabajo y me vine para casa.
Un joven.-Botas no hay, se trabaja así, muchos trabajan descalzos, no hay condiciones. Dijeron que la planta azucarera iba a donar botas. Hace una semana que él se cortó el pie (señala) porque no hay botas.
Un joven.-Yo estaba enfermo, pasé tres días enfermo, no cobré, no me pagaron nada. Fui al médico, pedí certificado y no me lo dieron.
Un joven.- Hubo un muchacho que llegó de "Macugi". Estaba trabajando, en medio del trabajo empezó a sentirse muy mal, tuvo que vomitar. El esfuerzo es grande, el sol es muy caliente y la gente no es de hierro, el cuerpo del ser humano no resiste.
Valdemar.-Trae muchas enfermedades ese veneno que utilizamos (se refiere a los herbicidas). Causa varios tipos de enfermedad: cáncer de piel, en los huesos, va entrando en la sangre y daña la salud. Uno siente náuseas, llega hasta caerse.
Un hombre.-En el período entre las cosechas prácticamente no hay trabajo.
Un hombre.-El trabajo que el patrón te manda a hacer se tiene que hacer; porque ustedes saben, si no lo hacemos¼ Nosotros no mandamos; quienes mandan son ellos. Si te dan una tarea, hay que hacerla.
Un hombre.-Estoy aquí esperando que un día pueda tener un pedacito de tierra para terminar mi vida así en el campo, para que yo pueda llenarme la barriga y la barriga de mis hijos y de mis nietos, que viven aquí conmigo.
¿Será que hay algo más?
Fin del documental.
Nadie más agradecido que yo por este testimonio y la presentación de María Luisa, cuya síntesis acabo de elaborar. Me conducen a los recuerdos de los primeros años de mi vida, una edad en que los seres humanos suelen ser sumamente activos.
Nací en un latifundio cañero, de propiedad privada, rodeado al norte, el este y el oeste por grandes extensiones de tierra propiedad de tres transnacionales norteamericanas que, en conjunto, poseían más de 250 mil hectáreas de tierra. El corte era manual, en caña verde, no se usaban entonces herbicidas, ni siquiera fertilizantes. Una plantación podía durar más de 15 años. La mano de obra era tan barata que las transnacionales ganaban mucho dinero.
El propietario de la finca cañera en que nací era un inmigrante de origen gallego y familia campesina pobre, prácticamente analfabeto, a quien primero trajeron como soldado en lugar de un rico que pagó por eludir el servicio militar y al final de la guerra lo repatriaron a Galicia. Volvió a Cuba por su cuenta, como lo hizo un incontable número de gallegos que viajó hacia países de América Latina. Trabajó como peón de una importante transnacional, la United Fruit Company. Tenía cualidades como organizador, reclutó un número elevado de jornaleros como él, se hizo contratista y compró finalmente tierras en la zona colindante al sur de la gran empresa norteamericana con la plusvalía acumulada. La población cubana en la región oriental, de tradición independentista, había crecido notablemente y carecía de tierra; pero el peso principal de la agricultura oriental, a principios del pasado siglo, caía sobre esclavos liberados pocos años antes o descendientes de los antiguos esclavos y sobre los inmigrantes procedentes de Haití. Los haitianos no tenían familia. Vivían solos en sus míseras viviendas de guano y tablas de palma, agrupados en caseríos, con la presencia de solo dos o tres mujeres entre ellos. Durante los breves meses de zafra se abrían las lides de gallos. Allí jugaban los haitianos sus míseros ingresos, y el resto lo utilizaban para la compra de alimentos, que pasaban por muchos intermediarios y eran caros.
El propietario de origen gallego vivía allí, en la finca cañera. Salía solo a recorrer las plantaciones y hablaba con todo el que lo solicitaba o deseaba algo. Muchas veces accedía a las solicitudes, por razones más humanitarias que económicas. Podía tomar decisiones.
Los administradores de las plantaciones de la United Fruit Company eran norteamericanos cuidadosamente seleccionados y bien remunerados. Vivían con sus familias en regias mansiones, en lugares escogidos. Eran como dioses distantes, que los hambrientos trabajadores mencionaban con respeto. No se les veía nunca en los cortes, donde actuaban los subordinados suyos. Los dueños de las acciones de las grandes transnacionales vivían en Estados Unidos o en cualquier parte del mundo. Los gastos de las plantaciones estaban presupuestados y nadie podía elevarlos un centavo.
Conozco muy bien la familia del segundo matrimonio del inmigrante de origen gallego con una joven campesina cubana muy pobre que, como él, no pudo asistir a una escuela. Era muy abnegada y sumamente consagrada a la familia y a las actividades económicas de la plantación.
Los que en el exterior lean estas reflexiones por Internet se sorprenderán al conocer que ese propietario era mi padre. Soy el tercer hijo de los siete de ese matrimonio, que nacimos en la habitación de una casa de campo, muy lejos de cualquier hospital, asistidos por la misma partera, una campesina dedicada en cuerpo y alma a su tarea, que solo contaba con sus conocimientos prácticos. Aquellas tierras fueron todas entregadas al pueblo por la Revolución.
Solo me resta añadir que apoyamos totalmente el decreto de nacionalización de la patente a una transnacional farmacéutica para la producción y comercialización en Brasil de un medicamento contra el SIDA, el Efavirenz, de precio abusivamente alto —igual que otros muchos—, así como también la reciente solución mutuamente satisfactoria del diferendo con Bolivia sobre las dos refinerías de petróleo.
Reitero que sentimos profundo respeto por el hermano pueblo de Brasil.
Fidel Castro Ruz
14 de mayo del 2007
5:12 p.m.
Share/Save/Bookmark

LEER MÁS

jueves, 10 de mayo de 2007

Se intensifica el debate

Atilio Borón, un prestigioso pensador de izquierda que hasta hace poco dirigió el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), escribió un artículo para el VI Encuentro Hemisférico de Lucha contra los TLC y por la Integración de los Pueblos, recién concluido en La Habana, que tuvo la amabilidad de enviarme acompañado de una carta. La esencia de lo que escribió y he sintetizado a partir de párrafos y frases textuales de su propio artículo, fue lo siguiente: Sociedades precapitalistas ya conocían el petróleo que afloraba en depósitos superficiales y lo utilizaban para fines no comerciales, como la impermeabilización de los cascos de madera de las embarcaciones o de productos textiles, o para la iluminación mediante antorchas. De ahí su nombre primitivo: "aceite de piedra". A finales del siglo XIX ―luego de los descubrimientos de grandes yacimientos en Pennsylvania, Estados Unidos, y de los desarrollos tecnológicos impulsados por la generalización del motor de combustión interna― el petróleo se transformó en el paradigma energético del siglo XX. La energía es concebida como una mercancía más. Tal como lo advirtiera Marx, esto no ocurre debido a la perversidad o insensibilidad de este o aquel capitalista individual, sino que es consecuencia de la lógica del proceso de acumulación, que tiende a la incesante "mercantilización" de todos los componentes, materiales y simbólicos, de la vida social. El proceso de mercantilización no se detuvo en los humanos y simultáneamente se extendió a la naturaleza: la tierra y sus productos, los ríos y las montañas, las selvas y los bosques fueron objeto de su incontenible rapiña. Los alimentos, por supuesto, no escaparon de esta infernal dinámica. El capitalismo convierte en mercancía todo lo que se pone a su alcance. Los alimentos son convertidos en energéticos para viabilizar la irracionalidad de una civilización que, para sostener la riqueza y los privilegios de unos pocos, incurre en un brutal ataque al medio ambiente y a las condiciones ecológicas que posibilitaron la aparición de vida en la Tierra. La transformación de los alimentos en energéticos constituye un acto monstruoso. El capitalismo se dispone a practicar una masiva eutanasia de los pobres, y muy especialmente de los pobres del Sur, pues es allí donde se encuentran las mayores reservas de la biomasa del planeta requerida para la fabricación de los biocombustibles. Por más que los discursos oficiales aseguren que no se trata de optar entre alimentos y combustibles, la realidad demuestra que esa y no otra es precisamente la alternativa: o la tierra se destina a la producción de alimentos o a la fabricación de biocombustibles. Las principales enseñanzas que dejan los datos que aporta la FAO sobre el tema de la superficie agrícola y el consumo de fertilizantes son las siguientes: La superficie agrícola per cápita en el capitalismo desarrollado es casi el doble de la que existe en la periferia subdesarrollada: 1,36 hectáreas por persona en el Norte contra 0,67 en el Sur, lo que se explica por el simple hecho de que la periferia subdesarrollada cuenta con cerca del 80 por ciento de la población mundial. Brasil se encuentra muy levemente por encima de la tierra agrícola per cápita de los países desarrollados. Resulta evidente que este país deberá destinar ingentes extensiones de su enorme superficie para poder cumplir con las exigencias del nuevo paradigma energético. China y la India cuentan con 0,44 y 0,18 hectáreas por persona respectivamente. Las pequeñas naciones antillanas, tradicionalmente dedicadas al monocultivo de la caña de azúcar, muestran con elocuencia los efectos erosionantes de la misma, ejemplificados en el extraordinario consumo por hectárea de fertilizantes que se requiere para sostener la producción. Si en los países de la periferia la cifra promedio es de 109 kilogramos de fertilizantes por hectárea (contra 84 en los capitalistas desarrollados), en Barbados es de 187,5, en Dominica 600, en Guadalupe 1,016, en Santa Lucía 1,325 y en Martinica 1,609. Quien dice fertilizantes dice consumo intensivo de petróleo, de modo que la tan mentada ventaja de los agroenergéticos para reducir el consumo de hidrocarburos parece ser más ilusoria que real. La totalidad de la superficie agrícola de la Unión Europea apenas alcanzaría a cubrir el 30 por ciento de las necesidades actuales ―no las futuras, previsiblemente mayores― de combustibles. En Estados Unidos, para satisfacer la demanda actual de combustibles fósiles sería necesario destinar a la producción de agroenergéticos el 121 por ciento de toda la superficie agrícola de ese país. En consecuencia, la oferta de agrocombustibles tendrá que proceder del Sur, de la periferia pobre y neocolonial del capitalismo. Las matemáticas no mienten: ni Estados Unidos ni la Unión Europea tienen tierras disponibles para sostener al mismo tiempo un aumento de la producción de alimentos y una expansión en la producción de agroenergéticos. La deforestación del planeta podría ampliar (aunque sólo por un tiempo) la superficie apta para el cultivo. Pero eso sería tan sólo por unas pocas décadas, a lo sumo. Esas tierras luego se desertificarían y la situación quedaría peor que antes, exacerbando aún más el dilema que opone la producción de alimentos a la de etanol o biodiésel. La lucha contra el hambre ―y hay unos 2 mil millones de personas que padecen hambre en el mundo― se verá seriamente perjudicada por la expansión de la superficie sembrada para la producción de agroenergéticos. Los países en donde el hambre es un flagelo universal atestiguarán la rápida reconversión de la agricultura tendiente a abastecer la insaciable demanda de energéticos que reclama una civilización montada sobre el uso irracional de los mismos. El resultado no puede ser otro que el encarecimiento de los alimentos y, por lo tanto, el agravamiento de la situación social de los países del Sur. Además, cada año se agregan 76 millones de personas a la población mundial, y como es obvio demandarán alimentos, que serán cada vez más caros y estarán fuera de su alcance. Lester Brown, en The Globalist Perspective, pronosticaba hace menos de un año que los automóviles absorberían la mayor parte del incremento en la producción mundial de granos en el 2006. De los 20 millones de toneladas sumadas a las existentes en el 2005, 14 millones se destinaron a la producción de combustibles, y solo 6 millones de toneladas para satisfacer la necesidad de los hambrientos. Este autor asegura que el apetito mundial por combustible para los automóviles es insaciable. Se prepara, concluía Brown, un escenario en el cual deberá necesariamente producirse un choque frontal entre los 800 millones de prósperos propietarios de automóviles y los consumidores de alimentos. El demoledor impacto del encarecimiento de los alimentos, que se producirá inexorablemente en la medida en que la tierra pueda ser utilizada para producirlos o para producir carburante, fue demostrado en la obra de C. Ford Runge y Benjamin Senauer, dos distinguidos académicos de la Universidad de Minnesota, en un artículo publicado en la edición en lengua inglesa de la revista Foreign Affairs, cuyo título lo dice todo: "El modo en que los biocombustibles podrían matar por inanición a los pobres". Los autores sostienen que en Estados Unidos el crecimiento de la industria del agrocombustible ha dado lugar a incrementos no solo en los precios del maíz, las semillas oleaginosas y otros granos, sino también en los precios de los cultivos y productos que al parecer no guardan relación. El uso de la tierra para cultivar el maíz que alimente las fauces del etanol está reduciendo el área destinada a otros cultivos. Los procesadores de alimentos que utilizan cultivos como los guisantes y el maíz tierno se han visto obligados a pagar precios más altos para mantener los suministros seguros, costo que a la larga pasará a los consumidores. El aumento de los precios de los alimentos también está golpeando las industrias ganaderas y avícolas. Los costos más altos han provocado la caída abrupta de los ingresos, en especial en los sectores avícola y porcino. Si los ingresos continúan disminuyendo, la producción también lo hará y aumentarán los precios del pollo, pavo, cerdo, leche y huevos. Advierten que los efectos más devastadores de la subida del precio de los alimentos se sentirán especialmente en los países del Tercer Mundo. Un estudio de la Oficina Belga de Asuntos Científicos demuestra que el biodiésel provoca más problemas de salud y de medio ambiente porque crea una polución más pulverizada y libera más contaminantes que destruyen la capa de ozono. En relación con el argumento de la supuesta benignidad de los agrocombustibles, Víctor Bronstein, profesor de la Universidad de Buenos Aires, ha demostrado que: No es verdad que los biocombustibles sean una fuente de energía renovable y perenne, dado que el factor crucial en el crecimiento de las plantas no es la luz solar sino la disponibilidad de agua y las condiciones apropiadas del suelo. Si no fuera así, podría producirse maíz o caña de azúcar en el desierto de Sahara. Los efectos de la producción a gran escala de los biocombustibles serán devastadores. No es cierto que no contaminan. Si bien el etanol produce menos emisiones de carbono, el proceso de su obtención contamina la superficie y el agua con nitratos, herbicidas, pesticidas y desechos, y el aire, con aldehídos y alcoholes que son cancerígenos. El supuesto de un combustible "verde y limpio" es una falacia. La propuesta de los agrocombustibles es inviable y, además, inaceptable ética y políticamente. Pero no basta con rechazarla. Estamos convocados a implementar una nueva revolución energética, pero al servicio de los pueblos y no de los monopolios y del imperialismo. Ese es, tal vez, el desafío más importante de la hora actual, concluye Atilio Borón. Como pueden apreciar, la síntesis llevó espacio. Hace falta espacio y tiempo. Prácticamente un libro. Se afirma que la obra cumbre que hizo famoso al escritor Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad, exigió de él cincuenta cuartillas por cada cuartilla enviada a la imprenta. ¿Cuánto tiempo necesitaría mi pobre pluma para refutar a los defensores de la idea siniestra por interés material, por ignorancia, por indiferencia, o a veces por las tres cosas a la vez, y divulgar los sólidos y honestos argumentos de los que luchan por la vida de la especie? Hay opiniones y puntos de vista muy importantes que se vertieron el Encuentro Hemisférico de La Habana. Habrá que hablar de los que trajeron la imagen real del corte manual de caña en un documental que parece reflejar el infierno de Dante. Un número creciente de opiniones se vierten todos los días por todos los medios en todas partes del mundo, desde instituciones como Naciones Unidas hasta las sociedades nacionales de científicos. Veo simplemente que se intensifica el debate. El hecho de que se discuta sobre el tema es ya un importante avance. Fidel Castro Ruz 9 de mayo del 2007 5:47 p.m.
Share/Save/Bookmark

LEER MÁS

martes, 8 de mayo de 2007

La tragedia que amenaza a nuestra especie

No puedo hablar como economista o como científico. Lo hago simplemente como político que desea desentrañar los argumentos de los economistas y los científicos en un sentido u otro. También trato de intuir las motivaciones de cada uno de los que se pronuncian sobre estos temas. Hace solo veintidós años sostuvimos en Ciudad de La Habana gran número de reuniones con líderes políticos, sindicales, campesinos, estudiantiles, invitados a nuestro país como representantes de los sectores mencionados. A juicio de todos, el problema más importante en aquel momento era la enorme deuda externa acumulada por los países de América Latina en 1985. Esa deuda ascendía a 350 000 millones de dólares. Entonces los dólares tenían un poder adquisitivo muy superior al dólar de hoy.
De los resultados de aquellas reuniones enviamos copia a todos los gobiernos del mundo, con algunas excepciones como es lógico, porque habrían parecido insultantes. En aquel periodo los petrodólares habían inundado el mercado y las grandes transnacionales bancarias prácticamente exigían a los países la aceptación de elevados préstamos. De más está decir que los responsables de la economía aceptaron tales compromisos sin consultar con nadie. Esa época coincidió con la presencia de los gobiernos más represivos y sangrientos que ha sufrido el continente, impuestos por el imperialismo. No pocas sumas se gastaron en armas, lujos y bienes de consumo. El endeudamiento posterior creció hasta 800 000 millones de dólares mientras se engendraban los catastróficos peligros actuales, que pesan sobre una población que en apenas dos décadas y media se ha duplicado y con ella el número de los condenados a vivir en extrema pobreza. En la región de América Latina la diferencia entre los sectores de la población más favorecida y los de menos ingresos es hoy la mayor del mundo.
Mucho antes que lo que ahora se debate, las luchas del Tercer Mundo se centraban en problemas igualmente angustiosos como el intercambio desigual. Año tras año se fue descubriendo que las exportaciones de los países industrializados, elaboradas generalmente con nuestras materias primas, se elevaban unilateralmente de precio mientras el de nuestras exportaciones básicas se mantenía inalterable. El café y el cacao —para citar dos ejemplos— alcanzaban aproximadamente 2 000 dólares por tonelada. Una taza de café, un batido de chocolate, se podían consumir en ciudades como Nueva York por unos centavos; hoy se cobra por ellos varios dólares, quizás 30 o 40 veces lo que costaba entonces. Un tractor, un camión, un equipo médico, requieren hoy para su adquisición varias veces el volumen de productos que se necesitaba entonces para importarlos; parecida suerte corrían el yute, el henequén y otras fibras producidas en el Tercer Mundo y sustituidas por las de carácter sintético. Mientras, los cueros curtidos, el caucho y las fibras naturales que se usaban en muchos tejidos eran sustituidos por material sintético de sofisticadas industrias petroquímicas. Los precios del azúcar rodaban por el suelo, aplastados por los grandes subsidios de los países industrializados a su agricultura.
Las antiguas colonias o neocolonias, a quienes se les prometió un porvenir maravilloso después de la Segunda Guerra Mundial, no despertaban todavía de las ilusiones de Bretton Woods. El sistema estaba diseñado de pies a cabeza para la explotación y el saqueo.
Al inicio de esta toma de conciencia no habían aparecido todavía otros factores sumamente adversos, como el insospechado derroche de energía en que caerían los países industrializados. Estos pagaban el petróleo a menos de dos dólares el barril. La fuente de combustible, con excepción de Estados Unidos donde era muy abundante, estaba fundamentalmente en países del Tercer Mundo, principalmente en el Oriente Medio, además de México, Venezuela y ulteriormente en África. Pero no todos los países calificados en virtud de otra mentira piadosa como "países en desarrollo" eran petroleros, 82 de ellos son los más pobres y como norma necesitan importar petróleo. Les espera por tanto una situación terrible si los alimentos se transforman en biocombustibles, o agrocombustibles como prefieren llamarlos los movimientos campesinos e indígenas de nuestra región.
La idea del calentamiento global como terrible espada de Damocles que pende sobre la vida de la especie, hace apenas 30 años ni siquiera era conocida por la inmensa mayoría de los habitantes del planeta; aún hoy existe gran ignorancia y confusión sobre estos temas. Si se escucha a los voceros de las transnacionales y su aparato de divulgación, vivimos en el mejor de los mundos: una economía regida por el mercado, más capital transnacional, más tecnología sofisticada, igual a crecimiento constante de la productividad, del PIB, del nivel de vida y todos los sueños del mundo para la especie humana; el Estado no debe interponerse en nada, no debiera incluso existir, excepto como instrumento del gran capital financiero.
Pero las realidades son tercas. Uno de los países más industrializados del mundo, Alemania, pierde el sueño ante el hecho de que un 10 por ciento de la población está desempleada. Los trabajos más duros y menos atractivos son desempeñados por los inmigrantes que, desesperados en su creciente pobreza, penetran en la Europa industrializada por todos los agujeros posibles. Nadie saca al parecer la cuenta del número de habitantes del planeta, que crece precisamente en los países no desarrollados.
Más de 700 representantes de organizaciones sociales se acaban de reunir en La Habana para discutir sobre varios de los temas que en esta reflexión se abordan. Muchos de ellos expusieron sus puntos de vista y dejaron entre no-sotros imborrables impresiones. Hay material abundante sobre el cual reflexionar, además de los nuevos sucesos que ocurren cada día.
Ahora mismo, como consecuencia de la puesta en libertad de un monstruo del terror, dos personas jóvenes que cumplían un deber legal en el Servicio Militar Activo, aspirando a disfrutar del consumismo en Estados Unidos, asaltaron un ómnibus, forzaron con su impacto una de las puertas de entrada de la terminal de vuelos nacionales del aeropuerto, llegaron hasta un avión civil y penetraron en él con los rehenes, exigiendo el traslado al territorio norteamericano. Días antes habían asesinado a un soldado que estaba de posta, para robar dos fusiles automáticos, y en el propio avión privaron de la vida con cuatro disparos a un valiente oficial que, desarmado y capturado como rehén en el ómnibus, intentó evitar el secuestro de la nave aérea. La impunidad y los beneficios materiales con que se premia desde hace casi medio siglo toda acción violenta contra Cuba, estimula tales hechos. Hacía muchos meses no ocurría nada parecido. Bastó la insólita liberación del conocido terrorista, y de nuevo la muerte visitó nuestros hogares. Los autores no han sido juzgados todavía, porque en el transcurso de los hechos ambos resultaron heridos, uno de ellos por los disparos que hizo el otro dentro del avión, mientras luchaban contra el heroico oficial de las fuerzas armadas. Ahora muchas personas en el exterior esperan la reacción de los Tribunales y el Consejo de Estado ante un pueblo profundamente indignado con los acontecimientos. Hace falta una gran dosis de serenidad y sangre fría para enfrentar tales problemas.
El apocalíptico jefe del imperio declaró hace más de cinco años que las fuerzas de Estados Unidos debían estar listas para atacar preventiva y sorpresivamente 60 o más países del mundo. Nada menos que un tercio de la comunidad internacional. No le bastan, al parecer, la muerte, las torturas y el destierro de millones de personas para apoderarse de los recursos naturales y los frutos del sudor de otros pueblos.
Mientras tanto el impresionante encuentro internacional que acaba de tener lugar en La Habana reafirmó en mí una convicción personal: toda idea siniestra debe ser sometida a críticas demoledoras sin concesión alguna.
Fidel Castro Ruz
7 de mayo del 2007
5:42 p.m.
Share/Save/Bookmark

LEER MÁS

martes, 1 de mayo de 2007

Lo que se impone de inmediato es una Revolución Energética

Nada me anima contra Brasil. Para no pocos brasileños, sobre los que no cesan de martillar argumentos en un sentido u otro, capaces de confundir a personas tradicionalmente amigas de Cuba, pareceríamos aguafiestas a los que no les importa perjudicar el ingreso neto de moneda exterior de ese país. Guardar silencio sería para mí optar entre la idea de una tragedia mundial y un supuesto beneficio para el pueblo de esa gran nación.
No voy a culpar a Lula y a los brasileños de las leyes objetivas que han regido la historia de nuestra especie. Apenas han transcurrido siete mil años desde que el ser humano dejó huellas palpables de lo que llegó a ser una civilización inmensamente rica en cultura y conocimientos técnicos. Sus avances no se lograron al mismo tiempo ni en el mismo lugar de la geografía. Puede afirmarse, que debido a la inmensidad aparente de nuestro planeta, en muchos casos se desconocía la existencia de una u otra civilización. Jamás durante miles de años el ser humano vivió en ciudades de veinte millones de habitantes como Sao Paulo o Ciudad México, o en comunidades urbanas como París, Madrid, Berlín y otras que ven transitar trenes sobre rieles y colchones de aire, a velocidades de más de 400 kilómetros por hora.
En la época de Cristóbal Colón, hace apenas 500 años, algunas de esas ciudades no existían o no sobrepasaba su población la cifra de varias decenas de miles de habitantes. Ninguna gastaba un kiloWatt para iluminar sus hogares. Posiblemente la población del mundo no rebasaba entonces los 500 millones de habitantes. Se conoce que en 1830 alcanzó los primeros 1 000 millones, ciento treinta años después se multiplicó por tres, y cuarenta y seis años más tarde la suma de los habitantes del planeta se elevó a 6 500 millones, en su inmensa mayoría pobres, que deben compartir los productos alimenticios con los animales domésticos y de ahora en adelante con los biocombustibles.
La humanidad no contaba entonces con los avances de la computación y los medios de comunicación alcanzados en la actualidad, aunque sí habían estallado ya las primeras bombas atómicas sobre dos grandes comunidades humanas, en lo que constituyó un brutal acto de terrorismo contra población civil indefensa, por razones estrictamente políticas.
Hoy el mundo cuenta con decenas de miles de bombas nucleares cincuenta veces más poderosas, con portadores varias veces más veloces que el sonido y de una precisión absoluta, con las cuales nuestra sofisticada especie puede autodestruirse. A finales de la Segunda Guerra Mundial, que libraron los pueblos contra el fascismo, surgió un nuevo poder que se adueñó del mundo e impuso el actual orden absolutista y cruel.
Antes de viajar Bush a Brasil, el jefe del imperio estableció que el maíz y otros alimentos serían la materia prima adecuada para producir biocombustible. Lula por su parte declaró que, a partir de la caña de azúcar, Brasil podía suministrar el que fuese necesario; veía en esta fórmula un porvenir para el Tercer Mundo, y el único problema pendiente de solución sería mejorar las condiciones de vida de los trabajadores cañeros. Bien consciente estaba, y así lo declaró, que Estados Unidos por su parte debía suspender las barreras arancelarias y los subsidios que afectan la exportación del etanol a Estados Unidos.
Bush respondió que las tarifas y los subsidios a los agricultores eran intocables en un país como Estados Unidos, primer productor mundial de etanol a base de maíz.
Las grandes transnacionales norteamericanas productoras de ese biocombustible, que invierten aceleradamente decenas de miles de millones de dólares, le habían exigido al jefe del imperio la distribución en el mercado norteamericano de no menos de treinta y cinco mil millones (35 000 000 000) de galones de ese combustible cada año. Entre tarifas protectoras y subsidios reales la cifra por año ascenderá a casi cien mil millones de dólares.
Insaciable en su demanda, el imperio había lanzado al mundo la consigna de producir biocombustibles para liberar a Estados Unidos, el mayor consumidor mundial de energía, de cualquier dependencia exterior en materia de hidrocarburos.
La historia demuestra que el monocultivo cañero estuvo asociado estrechamente a la esclavitud de los africanos, arrancados por la fuerza de sus comunidades naturales y trasladados a Cuba, Haití y otras islas del Caribe. En Brasil ocurrió exactamente igual con el cultivo de la caña.
Hoy en ese país, casi el 80% de la caña se corta manualmente. Fuentes y estudios aportados por investigadores brasileños afirman que un cortador de caña, trabajador a destajo, debe producir no menos de doce toneladas para satisfacer necesidades elementales. Ese trabajador necesita efectuar 36 630 flexiones de piernas, recorrer pequeños trayectos 800 veces cargando 15 kilos de caña en los brazos y caminar en su faena 8 800 metros. Pierde un promedio de 8 litros de agua cada día. Solo en caña quemada se puede alcanzar esa productividad por hombre. La caña de corte manual o mecanizado se suele quemar para proteger al personal de mordidas o picadas dañinas y sobre todo para elevar la productividad. Aunque exista una norma establecida de 8 de la mañana a 5 de la tarde para realizar su tarea, ese corte a destajo no escapa de las 12 horas de trabajo. La temperatura en ocasiones alcanza los 45 grados centígrados al mediodía.
Yo personalmente he cortado caña no pocas veces por deber moral, igual que otros muchos compañeros dirigentes del país. Recuerdo el mes de agosto de 1969. Escogí un lugar próximo a la Capital. Me movía bien temprano cada mañana hacia allí. La caña no quemada era verde, de variedad temprana y alto rendimiento agrícola e industrial. No cesaba de cortar un minuto durante cuatro horas consecutivas. Alguien se encargaba de afilar el machete. Ni una vez dejé de producir un mínimo de 3,4 toneladas diarias. Luego me bañaba, almorzaba sosegadamente y descansaba en un lugar muy próximo. Gané varios bonos por la famosa zafra del 70. Tenía entonces 44 años recién cumplidos. El resto del tiempo, hasta la hora de dormir, lo dedicaba a mis deberes revolucionarios. Detuve aquel esfuerzo personal cuando me ocasioné una herida en el pie izquierdo. El afilado machete había penetrado en la bota protectora. La meta nacional era de 10 millones de toneladas de azúcar y 4 millones de toneladas de melaza aproximadamente, como subproducto. Nunca se alcanzó, aunque nos acercamos a ella.
La URSS no había desaparecido, parecía algo imposible. El período especial, que nos llevó a una lucha por la supervivencia y a las desigualdades económicas con sus elementos de corrupción inherentes, no había surgido. El imperialismo creyó que había llegado la hora de rematar a la Revolución. También es honesto reconocer que en los años de bonanza aprendimos a derrochar y no fue poco el grado de idealismo y de sueños que acompañaron a nuestro heroico proceso.
Los grandes rendimientos agrícolas de Estados Unidos se lograron mediante la rotación de las gramíneas (maíz, trigo, avena, mijo y otros granos similares) con las leguminosas (soja, alfalfa, frijoles, etcétera). Estas incorporan nitrógeno y materia orgánica a los suelos. El rendimiento del maíz en Estados Unidos en el año 2005, según datos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), alcanzó 9.3 toneladas por hectárea.
En Brasil solo se logran 3 toneladas de ese grano en la misma área de tierra. La producción total contabilizada de ese hermano país fue ese año treinta y cuatro millones seiscientas mil toneladas, consumido internamente como alimento. No puede aportar maíz al mercado mundial.
Los precios de ese grano, alimento principal de numerosos países del área, casi se han duplicado. ¿Qué ocurrirá cuando cientos de millones de toneladas de maíz se dediquen a la producción de biocombustible? Y no voy a mencionar las cantidades de trigo, mijo, avena, cebada, sorgo y otros cereales que los países industrializados utilizarán como fuente de combustible para sus motores.
A esto se añade que es muy difícil para Brasil llevar a cabo la rotación del maíz con leguminosas. De los estados brasileños que tradicionalmente lo producen, ocho de ellos son responsables del noventa por ciento de la producción: Paraná, Minas Gerais, Sao Paulo, Goias, Mato Grosso, Río Grande do Sul, Santa Catarina y Mato Grosso do Sul. Por otro lado, el 60% de la producción de caña de azúcar, una gramínea que no puede rotarse con otros cultivos, se lleva a cabo en cuatro Estados: Sao Paulo, Paraná, Pernambuco y Alagoas.
Los motores de tractores, máquinas cosechadoras y los medios pesados de transporte para mecanizar la cosecha, gastarían hidrocarburos en cantidades crecientes. El incremento de la mecanización nada ayudaría a evitar el calentamiento del planeta, algo que está probado por los especialistas que miden la temperatura anual desde hace más de 150 años.
Brasil sí produce un excelente alimento especialmente rico en proteína, la soja: cincuenta millones ciento quince mil (50 115 000) toneladas. Consume casi 23 millones de toneladas y exporta veintisiete millones trescientos mil (27 300 000). ¿Es que acaso una parte importante de esa soja se va a convertir en biocombustible?
En lo inmediato los productores de carne bovina comienzan a quejarse de que los terrenos sembrados de pastos se están transformando en cañaverales.
El antiguo Ministro de Agricultura de Brasil, Roberto Rodrigues, importante defensor de la actual línea gubernamental y hoy co-presidente del Consejo Interamericano de Etanol, creado en el 2006 a partir de un acuerdo con el Estado de Florida y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para promover el uso de biocombustible en el continente americano, declaró que el programa de mecanización de la cosecha cañera no genera más empleo, sino que por el contrario se produciría un excedente de personal no calificado.
Se conoce que los trabajadores más pobres procedentes de diversos estados son los que acuden al corte de la caña por imperiosa necesidad. En ocasiones, son personas que tienen que separarse muchos meses de sus familiares. Es lo que ocurría en Cuba hasta el triunfo de la Revolución, cuando el corte y alza de la caña era a mano y apenas existía el cultivo y transporte mecanizado. Al desaparecer el brutal sistema impuesto a nuestra sociedad, los cortadores, alfabetizados masivamente, abandonaron su peregrinar en muy pocos años y fue necesario sustituirlos con cientos de miles de trabajadores voluntarios.
A esto se añade el último informe de Naciones Unidas sobre el cambio climático, al afirmar lo que ocurrirá en Suramérica con el agua de los glaciares y la cuenca acuífera del Amazonas a medida que la temperatura de la atmósfera siga aumentando.
Nada impide que el capital norteamericano y europeo financie la producción de biocombustibles. Podrían incluso regalarles los fondos a Brasil y América Latina. Estados Unidos, Europa y demás países industrializados se ahorrarían más de ciento cuarenta mil millones de dólares cada año, sin preocuparse de las consecuencias climáticas y de hambre, que afectarían en primer lugar a los países del Tercer Mundo. Siempre les quedaría dinero para el biocombustible y adquirir a cualquier precio los pocos alimentos disponibles en el mercado mundial.
Lo que se impone de inmediato es una revolución energética que consiste no solo en la sustitución de todas las luminarias incandescentes, sino también en el reciclaje masivo de todos los equipos domésticos, comerciales, industriales, transporte y de uso social, que con las tecnologías anteriores requieren dos y tres veces más energía.
Duele pensar que se consumen anualmente 10 mil millones de toneladas de combustibles fósiles, lo cual significa que cada año se derrocha lo que la naturaleza tardó un millón de años en crear. Las industrias nacionales tienen por delante enormes tareas que realizar y con ello incrementar el empleo. Así podría ganarse un poco de tiempo.
Otro riesgo de carácter diferente que el mundo corre es el de una recesión económica en Estados Unidos. En los últimos días los dólares han roto récord de pérdida de valor. Con esa moneda de papel y los bonos norteamericanos están constituidas la mayor parte de las reservas en divisas convertibles de todos los países.
Mañana Primero de Mayo es un buen día para hacer llegar estas reflexiones a los trabajadores y a todos los pobres del mundo, junto a la protesta contra algo también increíble y humillante que ha ocurrido: la liberación de un monstruo del terrorismo, precisamente al cumplirse el 46 Aniversario de la Victoria Revolucionaria de Playa Girón.
¡Prisión para el verdugo!
¡Libertad para los Cinco Héroes!
Fidel Castro Ruz
30 de abril de 2007
6:34 pm.
Share/Save/Bookmark

LEER MÁS